Esta empresa que hoy vende sus productos en Estados Unidos, también ha trabajado con mercados como Holanda, Bélgica, Alemania y Reino Unido y su planta ubicada en Juanchito genera 38 empleos en turnos de 24 horas durante los siete días de la semana. Juliana Botero compartió con Acción los resultados y la historia de su negocio.
¿Cuánto exportaron en el 2016 y cómo se proyectan en el mediano plazo?
Nuestras ventas al exterior alcanzaron los US$ 3,2 millones, este año el crecimiento no será tan grande porque tenemos copada nuestra capacidad de producción, pero en el 2018 proyectamos un incremento del 30% en los ingresos gracias a que entrará en operación una nueva línea de producción.
¿Cuentan con certificaciones de calidad que avalen el producto?
En este momento trabajamos en obtener la certificación FSSC 22000, un esquema de certificación completo basado en la norma ISO 22000, el Sistema Internacional de Seguridad Alimentaria, que se combina con las especificaciones técnicas de la HACCP. El propósito es asegurar el futuro empresarial de Pacífico Snacks y ser más atractivos para clientes actuales y potenciales.
¿Cómo nació la empresa?
Yo estaba viviendo en Holanda y noté que existía una demanda interesante de platanitos fritos pero no había proveedores colombianos a pesar de que el insumo usado era plátano de nuestro país porque les ofrecía unas características especiales de sabor, tamaño y textura. Otro aspecto clave es que al consumidor holandés le gusta el plátano en tajadas largas y preparado con sal y ajo, presentaciones que no se fabrican acá.
En el 2012 tomé la decisión de regresar a Colombia para impulsar mi emprendimiento pues este producto se puede producir a pequeña escala con unos resultados de rentabilidad muy interesantes. Además, todo el proyecto iba en línea con mi interés de generar un impacto social positivo vinculando en la cadena de proveeduría a pequeños productores.
¿Con qué visión fundó la empresa?
Desde el inicio nuestra vocación fue exportadora, nos enfocamos en vender a un público exclusivo que estaba interesado en probar sabores diferentes. Hice una alianza con una persona en Holanda que conocía el proceso de producción y me guió para lograr el tipo de producto que buscábamos. El mayor desafío estuvo en el tamaño de las tajadas y en darle un toque profesional al producto final. Arrancamos con las tiendas de barrio en Holanda donde venden alimentos de países como Asia y Latinoamérica porque eran menos exigentes en certificaciones. Pacífico es nuestra marca en Europa.
¿Cómo ha sido el proceso de crecimiento?
En el 2011 arrancamos asociados con una empresa productora de platanitos en el Quindío que fue la primera maquiladora de Fritolay en Colombia. Aunque tenían todos los elementos necesarios para fabricar los chips sus ventas habían decaído y la planta permanecía parada muchas horas a la semana. Realicé unas inversiones para adaptar las máquinas a las recetas nuestras y comenzamos.
En los primeros tres años fuimos a muchas ferias de alimentos para entender las tendencias en términos de empaques, estrategias comerciales, elementos clave que buscan los clientes en el exterior, conocer precios, saber quiénes eran los competidores.
Y en el 2014 llegó el momento de tomar una decisión radical con respecto al crecimiento. Teníamos que invertir a mayor escala para certificar la planta y mejorar la eficiencia pero ante esta propuesta mis aliados no estuvieron de acuerdo. Entonces revisamos con mi esposo si íbamos a continuar o a retirarnos. Él es ciudadano suizo y tiene un fondo que financia empresas con visión social y ambiental, tiene una trayectoria importante en finanzas sociales. Con su experiencia decidimos que íbamos para adelante, me prestó la plata para hacer las inversiones y nos vinimos para Cali a buscar dónde montar la planta.
Conseguimos la primera bodega en el Parque Industrial La Nubia, en Juanchito, en poco tiempo tuvimos que abrir una segunda bodega y ya vamos para la tercera.
¿Cuáles fueron los mayores retos?
Colombia es costosa en materia prima, logística, mano de obra y energía, especialmente si se compara con la competencia internacional. Todo ello implicaba tener maquinaria muy eficiente. En 2015 montamos la planta en Cali, pensada y diseñada para obtener las certificaciones de calidad a nivel internacional porque la meta era consolidar el mercado de EE.UU. pues ya teníamos compradores en Holanda, Bélgica, Alemania y Reino Unido.
Arrancamos con un turno completo de 11 personas y ya tenemos tres turnos trabajando las 24 horas siete días a la semana. Creamos una sucursal en Holanda para realizar las importaciones porque los operadores locales temían que al ser un producto colombiano podía estar contaminado por narcotráfico. Una vez en Holanda, entregamos a un distribuidor que lo envía a los demás países.
¿Cómo han evolucionado las exportaciones en términos de volumen?
En 2015 exportamos 13 contenedores, cada uno con 26.400 paquetes de platanitos y en 2016 llegamos a los 122 contenedores porque arrancamos con Estados Unidos. Le vendemos a una cadena de supermercados que tiene sede en California pero maneja 465 supermercados ubicados en 41 estados de los Estados Unidos.
¿Qué proyectos tienen en este momento?
Nos han pedido exportar a Puerto Rico los plátanos con sal pero sin ajo. La meta es incursionar con nuevos productos y ampliar nuestra base de clientes. Además, estamos concentrados en terminar el desarrollo de tostadas de plátano y queremos diversificar el portafolio de sabores. Todo será para exportar.
¿Qué ha sido lo más difícil de emprender?
Mantener la motivación porque muchos te cierran puertas, entonces toca recargarse con nuevos aires para meterle la ficha al proyecto. Además, hay gente cercana que te cuestiona y opina que uno podría estar haciendo otra cosa teniendo una maestría. Hay días en que uno se levanta con todo al revés pero finalmente esa situación se supera.
¿Están vinculados a los programas de la CCC?
Sí he tenido la oportunidad de conocer algunas de las actividades y nos acabamos de inscribir a Valle Impacta así que espero participar en este programa.