Como un ‘sacudón’, así describe Ernesto Altman el efecto que tuvo la capacitación que recibió en Estados Unidos sobre cómo generar crecimiento acelerado en las compañías. A partir de allí, consolidó su apuesta por la innovación en B. Altman, la empresa que hace 47 años fundó su padre, Batutín Altman.
Ernesto, CEO de la firma, dice que para crecer es necesario “salir de la zona de confort, mirar los negocios desde otra óptica”. Por eso, se animó a participar en la segunda ola de una convocatoria que hizo iNNpulsa en el 2017, a través de la empresa 10X, para un programa de crecimiento exponencial para empresas.
“Ellos tienen unas metodologías muy buenas y nos llevan a generar nuevas ideas de negocio llamadas MEGAs (Meta Grande y Ambiciosa) que sean altamente retadoras”, comenta este ingeniero químico, como su padre, que cuenta con una maestría en ingeniería de alimentos y un doctorado en ingeniería química.
“Participamos como 50 empresas y nosotros fuimos un caso de éxito porque logramos crear tres líneas nuevas de negocio y las implementamos en un año y medio”, señala Ernesto sobre el impacto que lograron después de concluir el programa.
Una de ellas fue la línea de ingredientes para leches y yogures alternativos o vegetales. “Montamos una fábrica exclusivamente para esto, con el secador más grande de Colombia en el sur occidente para leche en polvo. Hacemos leches de nueces y coco, leches de cereales como avena, y leches de proteínas como la de soya”, cuenta Altman. Otra línea fue la de procesamiento de cereales no convencionales, que dio origen a la spin off Nutre Ingredientes & Alimentos.
B. Altman se define como el socio estratégico de talla mundial que facilita las gestiones de innovación para compañías alimenticias, farmacéuticas y químicas nacionales e internacionales. En su línea de ingredientes alimenticios produce sales fortificadas, mezclas de cereales específicas, aditivos dulces y salados, fruta deshidratada, bases para leches alternativas e ingredientes de nutrición especializada como proteínas y antioxidantes.
La empresa cuenta con 210 empleados, tres plantas de producción, y desde el 2015 sus ventas vienen creciendo a niveles entre 20% y 30% anual, hasta alcanzar en el 2020 ingresos por $44.000 millones. Además, exportan el 25% de su producción a los países del Área Andina, Estados Unidos y Centroamérica y el Caribe.
Una cultura innovadora
La dinámica que le dio este proceso a B. Altman los animó a emprender un segundo ciclo de trabajo en innovación, pero en 2020 se atravesó la pandemia y los paros de este año por lo que decidieron aplazar un poco los planes. Lo cierto es que la innovación ya hace parte de la cultura de la empresa y de su estrategia de crecimiento.
“Tenemos dos maneras de hacer innovación: el intraemprendimiento, que son ideas que generamos nosotros y que creemos que tienen un potencial de negocio grande, y el crecimiento orgánico, que viene de nuestra parte comercial y de nuestros clientes que nos invitan a participar de sus proyectos y nos ponen retos”, explica Altman.
Para el intraemprendimiento siguen la metodología para plantearse megas, ideas grandes y ambiciosas que generan impacto grande, ya sea aumentar las ventas, entrar en un nuevo mercado, generar un nuevo negocio, o pensar en nuevos procesos. “La idea es que haya fechas y compromisos muy claros para lograr cerrar los proyectos y no se queden dormidos en un cajón. En el papel se ven bien y aunque es una práctica exigente y desgastante, después se ven los resultados”.
En este momento están retomando dos proyectos, dentro de la Iniciativa Cluster de Macrosnacks. Cada dos semanas se reúnen con los equipos implicados para hacer seguimiento y emplean metodologías que han aprendido gracias a su participación en programas de la Cámara de Comercio de Cali, como Fábricas de Productividad. “Lo hemos hecho varias veces porque nos da buen resultado. También es clave que la gente esté dispuesta a generar estos cambios y crecimientos”, dice Altman.
El espíritu innovador que alimenta a B. Altman es una impronta de su fundador, Batutin Altman, quien desarrolló el ácido fumárico, un acidulante que se usa para darle el toque ácido a gelatinas y refrescos en polvo. “Era un producto que se importaba para proveer a la industria de alimentos, pero cuando no se pudo traer al país por diversas circunstancias mi padre se lanzó a desarrollar la fórmula para producirla acá. A partir de esto empieza a experimentar qué otras cosas podía hacer con ese ácido”.
Otro momento clave en la empresa fue el desarrollo del fumarato ferroso, que es la sal de hierro con la que se fortifica la harina de trigo en Colombia. “Fue la primera de las líneas de sales de hierro que nosotros producimos, que ya son más de 20”, cuenta con orgullo Ernesto.
Hoy, la empresa está a cargo de Ernesto, luego de un relevo generacional que hicieron de forma organizada con su padre. “Tomamos un curso muy bueno en la Universidad Icesi que nos mostró opciones para hacer esa transición y contratamos a uno de los profesores como asesor interno. En todo caso no es un proceso fácil, aunque ya hay muchas metodologías y conocimiento para hacerlo”, concluye Altman.